España estaba instalada en una racha triunfal tan aplastante que un bofetón inesperado como el que se ha llevado Rafa Nadal en Wimbledon resulta difícil de asimilar. Después de que Fernando Alonso primero y la selección española después saliesen triunfantes de un baile sobre el filo de la navaja, que Nadal cayese en segunda ronda contra un "don nadie" (el número 100 del mundo) era algo que nadie contemplaba en sus perspectivas.
Porque nada en Lukasz Rosol permitía adivinar que le iba a salir nada menos que el mejor partido de toda su vida, algo reconocido a posteriori por el propio jugador. Y que además eso le iba a bastar para apear al flamante heptacampeón de Roland Garros. A sus 26 años, Rosol no ha ganado un solo título en su carrera. Su techo en el ránking de la ATP es el número 64, el único "top 10" al que había derrotado fue Jurgen Melzer (entonces número 8) en Roland Garros 2011, y esta temporada ni siquiera había superado a un "top 20". Su mayor éxito de 2012 era una derrota a Marcel Granollers (número 24) en Indian Wells.
Y sin embargo, ahí está. Debutante en Wimbledon, jugando su segundo partido sobre la hierba londinense, en una superficie que ni siquiera es su favorita (prefiere jugar en tierra). Como un misterio irresoluble. Aunque, al menos, se pueden escarbar algunas claves en su victoria, la causante de que Nadal haya caído antes de octavos en un "Grand Slam" por primera vez desde 2005.
Reveses como palos
No es un secreto que los tenistas con un buen golpe de revés ponen en más aprietos a Nadal, porque contrarrestan eficazmente sus derechas liftadas. Y precisamente, el revés a dos manos de Rosol es una de sus mejores armas. Plano, potente y siempre buscando los ángulos de fondo de pista. Le sirvió, entre otras cosas, para desquiciar al español con restos a los pies al más puro estilo Federer.
Nada que perder
El ser un verdugo tan improbable jugó a favor de Rosol. El checo salió absolutamente liberado de la presión, y eso le permitió jugar arriesgándolo todo. Rosol buscó el ganador casi en cada golpe. Con su potente revés bombardeó a Nadal con restos a la línea, le robó la iniciativa en el saque una y otra vez y siempre buscó atajar los puntos por la vía más rápida, evitando la trampa de los intercambios largos. Así, le salió un elevado tanteo de errores no forzados (29 frente a 16 de Nadal), pero una cosecha de "winners" que lo compensaba ampliamente: 65 golpes definitivos. El manacorense solo firmó 41.
A lo Sampras
Rosol trajo de vuelta el espíritu de Pete Sampras a Londres. Se convirtió en esa clase de tenista al que parece misión imposible romperle un servicio. Nadal no logró hacerle ni un "break" en el segundo, tercer y quinto set. En el primero le sacó uno, que tuvo como respuesta inmediata un "contrabreak". Todo ellos gracias a que el checo firmó porcentajes estelares con su servicio. Conectó un 67% de los primeros saques, con una velocidad media de 199 km/h, y ganó el 83% de los puntos que disputó con estos. A lo que hay que añadir 22 saques directos.
Sin cuartel
El checo nunca se vino abajo. No sintió esa presión de ir por delante de un campeón que suele derrumbar a los tenistas de mente frágil. En los tres sets que le ganó a Nadal hizo la ruptura muy pronto y supo tener temple para aguantarla y no desfallecer en sus saques. No regaló errores de bulto. Que convirtiera la mitad de sus ocasiones de "break" habla de una sangre fría inusual en un jugador que jamás ha estado entre los cincuenta primeros. Rosol lo sabe: "Ojalá pudiera jugar todos mis partidos como éste", declaró en la entrevista posterior.
El parón por el techo retráctil
En el cuarto set, Nadal consiguió al fin romperle un servicio al checo. Lo celebró lanzando un grito de guerrero furioso. Luego consolidó otro "break" y se llevó la manga por 6-2. Parecía haber roto la racha de imbatibilidad de su rival, que por primera vez daba muestras de fragilidad. Entonces, la noche se les echó encima y el árbitro detuvo el partido durante más de media hora para que fuese colocado el techo retráctil con la iluminación artificial. Tras el parón, volvió la mejor versión de Rosol. "La única cosa que no entiendo es por qué se tiene que cubrir la pista. Se acaba la luz natural, pero ¿la luz artificial no se puede poner sin cubrir?", declaró Nadal después del partido.
Pero lo cierto es que, más allá de excusas, se dio un extraordinario choque de contingencias. Nadal no estuvo fino y a Rosol le entró en el cuerpo una bestia desconocida. Una alineación planetaria que se puede dar una vez cada 200 partidos.
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