El británico Andy Murray avanzó hoy a su tercera final consecutiva de Grand Slam al derrotar al suizo Roger Federer por 6-4, 6-7 (5-7), 6-3, 6-7 (2-7) y 6-2 en un tenso y disputado partido de casi cuatro horas en el Abierto de tenis de Australia.
Finalista en Wimbledon y campeón del US Open, Murray se enfrentará el domingo al serbio Novak Djokovic, que buscará su tercer título consecutivo en Melbourne, algo que ningún jugador logró en la era profesional.
"Siempre es duro Roger, sea en el torneo que sea. Cuando sacaba 6-5 en el cuarto reaccionó con tiros increíbles", dijo el escocés, que logró hoy su primera victoria sobre Federer en un torneo de Grand Slam. El británico aventaja ahora al suizo 11 a nueve en el balance de enfrentamientos personales.
"No vi mucho de la semifinal, pero escuché que jugó extremadamente bien. Voy a tener que jugar muy bien para ganarle", analizó Murray de cara a la final con Djokovic, que arrasó el jueves al español David Ferrer.
"Cada vez que nos enfrentamos es un partido muy físico, se mueve de forma increíble. Estoy listo", añadió Murray.
El partido de hoy se jugó a un altísimo ritmo desde el principio. No hubo tanteos ni aproximaciones, en su vigésimo partido los dos ya se conocían demasiado. Así, en los primeros compases se vio un punto en el que le pelota pasó 29 veces por encima de la red.
Murray, número tres del mundo, era el muro habitual. El obligado a arriesgar era Federer, y el ex número uno no se escondió: intentó mandar con la derecha y jugarle todo el tiempo un tiro diferente el británico para que éste debiera pensar todo el tiempo en qué podía venirle del otro lado. La idea era que el escocés nunca se sintiera seguro, potenciar la ansiedad propia de una semifinal de Grand Slam.
Pero Federer cedió el servicio ya en el tercer juego, y Murray nunca le permitió recuperar la desventaja. El suizo intentaba todo, pero el británico, más en forma que nunca y con un tenis ya en el punto de madurez, casi siempre devolvía una pelota más. Así, con un saque ganador se llevó el primer set en 45 minutos.
El suizo se demostró una vez más como un especialista en tie breaks al ganar el segundo parcial. Tras una ventaja de 4-1 en el desempate llegó la igualdad en cinco, pero un error de Murray y un fabuloso passing de revés cruzado ante un smash fallido del escocés le dieron el tie break por 7-5 y el set al suizo.
Una hora y 45 minutos de juego, bastante más ya que en la victoria de Djokovic sobre Ferrer.
Tras ese esfuerzo del segundo del ranking mundial en el segundo set, Murray recuperó la serenidad y el control y se llevó el tercero por 6-3 con relativo aplomo.
El cuarto fue el más emotivo y cambiante del partido. Un revés con slice de Federer a la derecha de Murray, recurso al que el suizo apeló con cierta frecuencia, derivó en que el drive cruzado del escocés se fuera ancho. Ventaja de 3-1 para el cuatro veces campeón del torneo.
Y al rato Federer tenía el saque para situarse 40-30. Sacó de forma fabulosa, bien abierto a la derecha de un Murray que se estiró. Pero, en vez de rematar el punto al revés del británico, intentó jugar el contrapié y terminó cediendo el punto y, enseguida, el saque: 4-4.
El suizo volvió a fallar con su derecha en puntos en los que tenía una clara ventaja posicional, pero también sería la derecha la que traicionaría a Murray en momentos decisivos.
"Vas a desperdiciar un 'challenge'", le dijo Federer a Murray cuando el británico reclamó revisar un punto. Y, pese a su pésima estadística con el sistema electrónico "ojo de halcón", esta vez el suizo tenía razón.
Murray estaba enojado y se peleaba con el juez de silla, el español Enric Molina. Pese a todo ganó aquel juego con su servicio, y enseguida quebró el de Federer para situarse 6-5 y saque: la final estaba en sus manos.
Pero Federer arriesgó y conectó reveses mágicos mientras Murray fallaba llamativamente algunas derechas. Llegó el tie break y Federer lo jugó a la perfección: 7-2 y al quinto set. A Djokovic, en algún lugar de Melbourne, se le agigantaba la sonrisa.
"Estaba nervioso, sí", admitiría luego Murray, que logró enseguida una ventaja de 3-0 en el inicio del quinto parcial con siete errores no forzados del suizo. Era sólo un quiebre de servicio de diferencia, aunque Federer parecía cansado.
Y lo estaba. Se jugó en algunos tiros, pero la suerte estaba echada, y una derecha que voló demasiado lejos selló, en exactamente 240 minutos, el resultado del partido. La final será de los más jóvenes.
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