El mismo día en el que David Ferrer y Juan Mónaco dejaron al torneo de Bercy sin hispanos, el último Masters 1.000 del año perdió a sus dos principales favoritos, uno, el primero, en la enfermería, el otro, el segundo, al término de un memorable partido de máxima intensidad.
El serbio Novak Djokovic ni siquiera se acercó al omnisport parisiense, aquejado de molestias en el hombro, prefirió renunciar al duelo contra el francés Jo-Wilfried Tsonga que celebró su clasificación para semifinales mientras todo su país conmemoraba el aniversario del armisticio de la Gran Guerra.
No hubo la batalla que se esperaba entre el mejor tenista del momento y el ídolo local, que le ha ganado más veces de las que ha perdido y que había lanzado al serbio un par de mensajes retadores.
Tsonga llegará al penúltimo escalón con más reposos que ninguno de sus rivales, lo cual no es un dato menor en un torneo de una semana, y se mediará por un puesto en la final contra el que más minutos ha pasado en la pista, el estadounidense John Isner.
El joven tenista de Carolina del Norte, número 25 del mundo, ha ido dejando en la estacada a cuantos rivales le han puesto por delante. El último el español Ferrer, cuarto favorito, que sucumbió a la fortaleza de su servicio, un arma temible en una superficie como la cubierta de Bercy.
El marcador final, 6-3, 3-6, 6-3, refleja bien que fue el estadounidense de 26 años el que tuvo el control del partido.
Si Isner es la sorpresa del torneo, el suizo Roger Federer acapara ahora todos los focos del favoritismo. Ahora es el tenista de más ránking de los supervivientes y, hasta ahora, ha sobrevolado el torneo con suficiencia. En una hora ha solventado cada uno de los tres duelos que ha disputado, no ha cedido un set y sólo le quebraron una vez el saque. (EFE)
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