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lunes, 17 de septiembre de 2018

Andrés y Sergio, campeones que entrenan en su garaje

Con los hermanos adolescentes Andrés y Sergio Maradiegue, el “talento por herencia” con génesis en el abuelo, el hombre que cimentó el sueño del tenis de mesa en la familia (permitiéndonos mezclar libremente términos de lo tangible con lo abstracto), se transformó en imperio en plena construcción.

Porque si aquel varón supo ser un buen transmisor del amor especial por ese deporte, continuar con la suerte de “promesa sin pacto” debía ser inevitable en la nueva camada. No repasar las pisadas habría devenido en una profanación al deseo quizás nunca dicho.

Sergio y Andrés, de 16 y 17 años, juntos son dinamita. Sí. La frase cae en el mundillo del cliché, pero he aquí el “intento” tal vez fallido de un pincelazo diferenciador: el menor es la bala que se activa tras el gatillazo (es explosivo). El mayor, el mecanismo humano que completa y echa a andar el arma en el juego (racional), cuando el complemento se traduce en la “danza” perfecta de movimientos.

Pero nadie dijo que seguir con el mandato familiar resultaría sencillo, aunque aquí entra un factor determinante que ayuda a comprender el panorama: los verdaderos triunfadores se hacen desde la vereda (o acera) de la adversidad.

Desde hace cinco meses, estos muchachos entrenan en el garaje de su hogar, en un lugar estrecho que Omar Maradiegue, su padre, acondicionó de la manera que pudo. Este hombre le puso luz blanca y quitó todas aquellas cosas que nunca sobran en casa, pero que uno prefiere guardar. Generó mayor espacio para que sus hijos pudieran practicar.

En dicho tiempo, los hermanos afianzaron su funcionamiento de la mano de su entrenador, el retirado prematuramente de las competencias Arnaldo Hernández (tiene 23 años y dejó de jugar a los 14, cuando su papá falleció).

La dupla emergente de Pacata Alta puede estar tranquila porque el título departamental de los Plurinacionales (en dobles) ahora es suyo.

Sirvieron los cinco meses. Sirvió el sacrificio. Bienvenida resultó la aspereza del suelo. Bienvenida, también, la iluminación baja (porque, pese a las mejoras, sigue estando por debajo de lo pretendido). Es por todo ello que Sergio y Andrés son campeones.

“El piso es algo áspero y resbaloso, a la vez. Hay que cuidarse”, contó Andrés. “La final ha sido complicada, pero con lo que pudimos entrenar y gracias al apoyo, logramos el título”, completó Sergio, que estudia en el colegio Edmundo Bojanowski, al igual que su hermano mayor.

Andrés, que también salió campeón en singles, retomó la palabra: “Empezamos a los 11 o 12 años. En 2016, nomás, hicimos dupla en los Plurinacionales. Nos eliminaron en la primera fase. Ahora mostramos un mejor rendimiento”.

Desde hace 11 meses que las instalaciones de la Asociación local (en la Humboldt, por el Félix Capriles) están cerradas. Es por eso que los Maradiegue, ayudados por la mesa no reglamentaria que compró su papá, recurrieron a la misma medida que los que aman el tenis de mesa y se encuentran en condiciones de hacerlo: ensayar en sus viviendas.

Como cosa aparte, los adolescentes disfrutan de tocar la guitarra y el tambor. En la música hallan otro canal que los une, aunque, de momento, se ponen en la piel de intérpretes ocasionales.

Son los Maradiegue, los muchachos que forjan su habilidad en su garaje.

Paso a paso

Los hermanos prefieren ir de a poco. Y aunque el objetivo es el título en la tercera fase de los Plurinacionales, en Beni, ellos optan por ser cautelosos.

Entrenador de la dupla: “Volví por los chicos”


“Volví porque conocí a los chicos. Vi que tenían mucho potencial y que jugaban bastante bien, pero les faltaban cosas. Las pudimos subsanar. Me siento feliz con los muchachos”, analizó Arnaldo Hernández, quien no dudó en preparar a los hermanos Sergio y Andrés Maradiegue.

Hernández, de 23 años, regresó luego de nueve años al tenis de mesa. Según su relato, resolvió poner una pausa en su carrera deportiva cuando murió su padre.

“Con él entrenaba. Practicaba desde niño. Mi papá es el que incursionó primero en esto del tenis d mesa. Cuando él falleció intenté seguir jugando, pero no tenía con quién hacerlo. Colgué la raqueta en ese momento”, señaló el cochabambino.

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