Un vendaval de tenis se llevó ayer por delante al joven Dominic Thiem, como antes había sucedido con cada uno de los rivales que se pusieron delante del español Rafael Nadal, que sin perder un set se ha plantado en su décima final de Roland Garros dispuesto a ganar su décimo título.
Enfrente tendrá al suizo Stan Wawrinka, el tenista que ha ganado las tres finales de Grand Slam que ha disputado, una de ellas la del Abierto de Australia de 2014 contra Nadal, pero que partirá sin ser el favorito del duelo.
Nadal acapara con creces ese papel. Porque el tenis que ha mostrado en París ha recordado al de sus mejores años, mejorado por la experiencia adquirida.
El español llega a la final con 29 juegos perdidos, seis menos que en 2008, su mejor balance hasta el momento, el segundo mejor de todos los tiempos, solo superado por los 27 del sueco Bjorn Borg en 1978.
Si hasta ayer se podía alegar ante ese dato que sus rivales no habían sido de entidad, en semifinales se impuso por 6-3, 6-4 y 6-0 en poco más de dos horas al único tenista que este año le había vencido sobre tierra batida.
Wawrinka aspira también a ser el número 2 del mundo. El suizo, francoparlante, tiene al público en el bolsillo y está haciendo uno de sus mejores torneos.
Hasta la semifinal no había perdido un set. Contra el número uno del mundo Andy Murray se dejó dos, 6-7 (6), 6-3, 5-7, 7-6 (3) y 6-1, pero supo remontar, no perder la calma y acabar sumando su décimo triunfo consecutivo sobre tierra batida, la mejor racha de su carrera que comenzó en el pasado torneo de Ginebra.
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