Un Roger Federer relajado y sonriente, sin la presión de estar jugando la final de un Grand Slam, se presentó ayer en el coliseo El Campín, de Bogotá, para jugar un partido de fútbol-tenis con el guardameta colombiano Farid Mondragón.
Fue el primer compromiso de Federer en la capital colombiana.
Carismático y paciente, dispuesto a complacer a niños, jóvenes y ancianos, el número dos del mundo dejó ver sus dotes como futbolista, al cabecear y en devoluciones precisas, e incluso entregado al equilibrio del balón con golpes de pie, exhibición que le granjeó un sinnúmero de aplausos.
Posteriormente recibió feliz la camiseta amarilla de la selección colombiana de fútbol que le entregó Mondragón, que a su vez recibió una gorra y una camiseta con el autógrafo del que es considerado por muchos el mejor tenista de todos los tiempos.
En un club deportivo ofreció una clínica para niños, emocionados todos al tener al frente al tenista suizo.
Con timidez recibió los aplausos de otros tantos seguidores que no se cansaron de corear su nombre mientras él devolvió de igual manera con un aplauso el caluroso recibimiento.
De ahí en más en medio de palabras de ánimo y enseñando como tomar la raqueta o como contestar una bola, se dedicó a jugar un poco primero con algunos adultos y luego con niños.
Al igual que Federer, el francés Tsonga tuvo tiempo de pelotear un rato con algunos asistentes al club Compensar y con algunos niños, para luego tomar un descanso antes de afrontar la cita de exhibición.
Los 14.000 aficionados que colmaron el coliseo El Campín, esperaron con expectativa el evento en el que pudieron disfrutar al máximo ganador de torneos de Grand Slam, con 17, frente al octavo del mundo, el francés Tsonga.
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