Tres semanas atrás, Rafael Nadal ganaba en París su décimo Roland Garros y, a partir de hoy, el español inicia el asalto a Wimbledon, un Grand Slam en el que el británico Andy Murray defiende la corona, y en el que está en juego el puesto de número uno.
Es la hora de la verdad en hierba, una superficie maldita para muchos jugadores, causa de caídas y lesiones, y en la que el saque, el resto y la volea, son factores determinantes.
Los torneos previos han finalizado y la cita del All England Club se abre este año más incierta que nunca llegando el defensor con poco bagaje, siendo por primera vez el primer cabeza de serie, y encima con problemas por sus molestias en la cadera.
Se ha retirado además Murray de sus dos partidos previos en la exhibición de Hurlingham y, mientras, el suizo Roger Federer se muestra al acecho para ganar este grande por octava vez, uniéndose en motivación el serbio Novak Djokovic, que ha recuperado, momentáneamente la moral, tras su triunfo en Eastbourne.
Nadal acude después de caer ante el alemán Dustin Brown hace dos temporadas en la segunda ronda. En el 2016, no pudo hacerlo por problemas en las muñecas y, en este curso, ha pisado únicamente la hierba en Hurlingham en la que ha perdido un partido, contra el checo Tomas Berdych, y ganado otro, ante el alemán Tommy Haas.
Su decisión de no jugar Queen's para recuperarse mejor del esfuerzo en París.
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