La clave de su presente es, sin dudas, su carácter, ese que conjuga su gallardía en la cancha con su agilidad mental. Hace tres años, Diego Piérola se entendía bastante bien con el fútbol y también con el tenis. Consiguió ser un referente en Pelota de Trapo y su nombre ya era respetado en la pista rectangular. Y siguió adelante, aunque sabía que algún día sería inevitable descartar una de sus pasiones.
Los títulos con la raqueta fueron llegando como un vendaval, con fuerza. Entonces fue inminente tomar la decisión: la cancha de polvo de ladrillo salió triunfante. Con solo 14 años, el cochabambino había resuelto apostar todas sus fichas al tenis, deporte que ahora es su vida.
Se metió en el ambiente del deporte cuando tenía 10. Desde ese momento no paró de acumular trofeos. En 2012, se consagró campeón en dobles del Nacional G2 de Oruro. Veinticuatro meses más tarde se coronó en el Nacional G4 (categoría 16 años) de La Paz, también dejó su nombre en el Cóndor de Plata, en 2016 levantó la copa en el Nacional G2 de Oruro y en junio pasado obtuvo doble título (singles y dobles) en suelo paceño. Fue en la categoría 18 años.
Ahora, con 17 años, le dieron luz verde con la visa, pudo viajar a Croacia (el país de su bisabuelo) y debutó hace unos días en el Croatian World Games. Estrenarse en una cita tan grande, en la que estuvieron exponentes de talla mundial, no resultó sencillo, pero la primera conquista fue lograda: entró al cuadro principal. Fue un paso importante, teniendo en cuenta que Diego nunca había inscrito su nombre en ese torneo, en el que se miden tenistas con orígenes croatas. Perdió en su primer duelo ante el noruego Marcus Anker Sulen, pero ello pasa a segundo plano. Lo que suma fue la experiencia adquirida.
Aprendió a dominar su explosividad. Lo consiguió luego de casi una década de entrenamiento, pero quizás la clave de su liderazgo sea su temple, que no se quiebra y que se alimenta también de las caídas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario