lunes, 9 de enero de 2017

Con 83 años sueña con ser campeona mundial de tenis


Interrumpió "por amor" una prometedora carrera como tenista a los 18 años. Pero ahora con 83, Ana Obarrio de Pereyra Iraola acaba de ganar el máster argentino en su categoría y sueña con lograr en 2017 el título mundial.

Tres veces por semana, se calza unas zapatillas de lona blanca y suela plana, típicas de las tenistas de los años 1950. Su pantalón corto y su camiseta también reflejan el look de esa época, pero ella compite con alma de veinteañera, "wasapea" con sus 10 hijos y 37 nietos y no piensa que la edad la limite.

Ágil, competitiva y "una dama del tenis", como la definen incluso sus rivales, Ana es tercera en la categoría 80+ en Argentina, uno de los países con más torneos y jugadores de tenis senior en el mundo, cerca de un millar.

"Me entreno con amigas, pero en el año se juegan diez campeonatos", dice, tras vencer a Rosa Gema Bare, dura rival de 80 años. Fresca con una túnica blanca a juego con una melena canosa, Ana descansa, cruza sus piernas y rememora aquellos tiempos de 1949, cuando era una promesa del tenis femenino.


Competir sólo para ganar



Con 30 grados de temperatura, Ana acaba de pelear un partido de más de una hora en la arcilla del Hurlingham Club, en las afueras de Buenos Aires. "¡Y gané!", dice orgullosa frente a seis nietos y dos de sus hijas.

"Nos inculcó el amor por el deporte", cuenta su hija Laura Pereyra Iraola. Dos nietas, Sol y Lupe, de 20 y 19 años, al crecer se dieron cuenta de que era "raro tener una abuela tenista".

"Le gusta manejar sola los 300 km al campo en Rauch (al sudoeste) que administra y maneja las nuevas tecnologías sin achicarse", cuenta Sol. "Tiene un espíritu muy libre e independiente. Es una abuela poco común, que le fascina competir", agrega Lupe.

Mientras va ganando su primer set de la final del Master Seniors 2016, sus nietos cuentan que en las inmensas hectáreas de pampa con maíz, trigo y soja, la familia le regaló hace unos años una cancha de tenis para practicar.

"A mí me gusta competir, me gusta ganar, en la vida soy competitiva para todo lo que hago", afirma Ana. Se enganchó al tenis de niña, fue campeona juvenil, paró en su madurez y retomó en serio a los 60 años. "Me pongo las zapatillas y siento el terreno de la cancha. Eso me da un inmenso placer", relata emocionada.


Tiempo para todo



A los 18 años conoció a quien se convertiría en su marido y por él dejó su ascenso en el tenis. "Tenía que jugar un campeonato muy importante y debía jugar con el campeón de Italia. Lo que es el amor, ¿no? A mi marido no le gustaba que jugara doble mixto con hombres, entonces no jugué, y a partir de ahí no jugué más. No me arrepiento", recuerda.

"Lo volvería a hacer. Mi primera felicidad son mis hijos y después el tenis", asevera. Se dedicó dos décadas a la maternidad. "Tuve 10 hijos, todos muy seguiditos y no tenía tiempo ni para leer el diario", cuenta.

Ana volvió a tomar una raqueta pasados los 40, pero solo para jugar con amigas. Cuando su esposo falleció, Ana decidió con 60 años volver al tenis pero para competir de verdad.

"Tiene un estilo que siempre fue el mejor de su categoría", sostiene Norma Baylon. Antes de la irrupción de Gabriela Sabatini, la mejor argentina de la historia con el US Open-1988, dos Masters y plata en los olímpicos de Seúl-88, Baylon estuvo entre las cinco mejores del mundo en la década de 1960.


Concentración



En el tenis senior, "cuanto mayor es un jugador, el objetivo es correr menos y tener mejor precisión en los golpes", explica Roberto Álvarez, entrenador y director del Master Seniors 2016.

Ana asegura que su mayor virtud es la concentración. "Para ayudar a mi cerebro me gusta leer filosofía, antropología. No me doy cuenta de la edad", revela.

En 2015, Argentina fue tercera en +80 al perder con Inglaterra y "eso es algo que me quedó acá", dice señalándose el cuello con gesto de atragantada. "Mi obsesión es ganar en Orlando en 2017, donde será el próximo mundial. Representar a Argentina se siente en el corazón así que vamos a ir a ganar".

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